19 ene 2009

El pacto

Había viajado durante toda la noche desde su pueblo natal hasta el aeropuerto. El vuelo que Pietro esperaba tenía una considerable demora. Lo anunciaban por megafonía. Buscó entonces una cafetería, se sentó junto a la ventana desde donde se divisaban las pistas, y así, con la visión de los aterrizajes y despegues, su ansiedad disminuía. Abrió un bolso de color negro, desteñido y desgastado con el paso de los años y sacó un álbum de fotos. Todo lo tenía guardado desde aquella despedida hacía ya cuarenta años. Era en ese bolso donde él, con apenas doce años, llevaba las galletas de mantequilla que le preparaba su madre y que saboreaba con placer durante la hora del almuerzo en su primer trabajo, y creyó sentir aquel olor.Apenas si ganaba lo suficiente para ayudar a su padre en los gastos que ocasionaban sus estudios. Muchas veces estuvo a punto de renunciar a esa humillación primera de la falta de reconocimiento económica por el trabajo que realizaba, pero la situación familiar no le permitía ningún tipo de reivindicaciones. Además, el ejemplo de su padre, hombre de madrugadas y manos curtidas, ennegrecida piel de carbón y sueños en vigilias desde las entrañas de la tierra, sin reproches a la vida, sabedor sólo de experiencias y responsabilidades pero agradecido y orgulloso de todo lo que el tiempo le iba regalando, había creado en él un espíritu de sacrificio por el objetivo que se trazara en la vida. "Nada se consigue sin esfuerzo" le decía. Esto fue casi un lema familiar. Pietro continuaba recordando mientras hojeaba el viejo álbum de fotos que había traído en el bolso. Instantes recogidos en papel que le devolvían todo un tiempo. Secó una lágrima perdida con el pañuelo color violeta que llevaba, con orgullo, en el bolsillo superior de la chaqueta.
El avión que traía a Francesco, desde el otro lado del Atlántico, tenía un vuelo de sobresaltos. Una fuerte tormenta y las inevitables turbulencias le impedían conciliar el sueño. Trató de leer un libro que llevaba guardado en su, también, viejo bolso negro. Allí estaba, entre sus hojas, una amarillenta hoja de cuaderno con un texto firmado por Pietro, aquel día del "Hasta siempre". Él había destacado por su excelente caligrafía y habilidad para escribir. Fue precisamente Pietro quien escribió la primera carta de amor que le entregara a su primera chica a la que conquistó por las hermosas palabras de su amigo, que no por sus encantos. Esto lo supo años después, cuando fue capaz de confesárselo a Sofía, con la que luego se casaría pese al disgusto de su madre, la modista del pueblo, que siempre quiso para él a aquella vecinita tímida del barrio que le ayudaba a zurcir las ropas viejas. "Ésa es una mujer de ciudad", le decía entre hilvanes y besos de desayunos, "y esta gente ya tiene la vida demasiado gastada ". Pese a ello Sofía fue su mujer durante diez años. Hasta que un día la vida le recordaría las palabras de su madre. Tenía sí, la vida demasiado gastada y se fue muy pronto. El vuelo se había tranquilizado y entre recuerdos fue quedándose dormido. El pañuelo que tenía en el bolsillo de su chaqueta guardó la húmeda constancia de la lágrima que trataba de ocultarse.
En el aeropuerto, Pietro casi adormecido por la espera y con el viejo álbum de fotos en sus manos, reaccionó cuando escuchó por megafonía que el vuelo 3542 de la compañía Alitalia acaba de aterrizar. Guardó el álbum en el bolso y antes de cerrarlo sacó un pequeñísimo frasco con perfume que llevaba allí tan sólo para volver a usarlo en este preciso momento. Lo olió, mojó sus dedos y los pasó por su cuello y por las solapas de su chaqueta.
El avión iba aproximándose al aeropuerto. Francesco respiró aliviado cuando escuchó la voz del comandante que decía "Señores pasajeros, hagan ustedes el favor de abrocharse el cinturón de seguridad que estamos preparándonos para iniciar el aterrizaje". Cerró el libro que había quedado abierto sobre sus rodillas, pero antes de guardarlo en el viejo bolso leyó la carta que Pietro le entregara el día de la despedida”...desde allí adonde estuviéramos, cuando hayan pasado cuarenta años y si la vida nos lo permite, nos volveremos a encontrar a las 6 de la tarde en el aeropuerto de ésta ciudad. Solo hará falta que llevemos con nosotros el bolso negro que compramos con nuestro primer sueldo en la carnicería del pueblo, un pañuelo violeta en el bolsillo de la chaqueta que recuerde nuestras charlas de verano en el patio de mi casa debajo de la enredadera de glicinias, y un pequeño frasco con el perfume que hemos compartido ( tantas veces) como anzuelo para lanzarnos al placer de alguna conquista. Serán estos restos de momentos vividos, sentimientos y olores de juventud guardados en nuestros bolsos, mudos testigos de nuestro reencuentro. Y así nos reconoceremos”, concluía con una distinguida firma y una fecha. Antes de recoger su abrigo del maletero, también él perfumó su chaqueta. Mientras bajaba las escalerillas del avión, apoyado en su elegante bastón y con la mirada extendida, buscando el presente de un viejo pacto se dijo "Ha sido un largo y agradable viaje al pasado pese a las turbulencias".
Pietro bebió el último trago de agua que quedaba en la botella para poder digerir su diaria ración de medicamento. Llamó desde su teléfono a María, su mujer, para tranquilizarla por la demora. Ya de pie y a través de los cristales sintió la proximidad de otro tiempo. Se estremeció.
La espera aunque incómoda, pensó, siempre nos deja instantes para recordar. Y no se equivocaba, ya que ese instante lo iba a recordar el resto de su vida.
Mientras esperaba en la puerta de salida del único avión de todo el aeropuerto que aterrizaba a las seis de la tarde, no podía evitar pensar que aquello no era una mera casualidad: ¿Qué posibilidades había para que únicamente un avión fuera el único que aterrizara a las seis de la tarde?
Pero aquel instante no iba a ser uno de esos. Su mujer ya se lo advirtió esa misma mañana: “Prieto; la bendita juventud hace que magnifiquemos todos nuestros sentimientos, pero por desgracia, esas nobles promesas caen en saco roto. Por favor, no acudas a una promesa que escribiste hace cuarenta años”.
Pero Prieto no era una persona de promesa fácil, y por extensión, no le gustaba las personas que lo eran. Así pues, y haciendo caso omiso de los consejos de su mujer, decidió no faltar al pacto que había plasmado en un papel hace 40 años.
Fueron saliendo todos los pasajeros del vuelo, pero entre ellos no vio a Francesco. Cuando todos habían abandonado el avión, un malestar comenzaba a recorrerle el cuerpo e inmediatamente se dirigió al servicio más cercano para mojarse la cara. Al entrar se miro en el espejo y comprobó que estaba empapado de sudor.
Dejo el bolso en el suelo, se arremango la camisa y giro la manivela del mono mando en dirección a la marca azul, dejo las manos bajo el gélido caudal que brotaba del grifo y se mojo la cara mientras maldecía su vana esperanza por esperar que Francesco acudiera a la cita. Hasta sopeso la macabra posibilidad de considerarle muerto y así justificar la ausencia de su buen amigo. Pero tras este pensamiento volvió a maldecir, aun con más rabia, su esperanza.
Inmediatamente se agacho de malas maneras y levanto el bolso bruscamente, para después dejarlo caer sobre el lavabo de aluminio. Las otras dos personas que se encontraban en la instancia, uno peinándose y otro haciendo uso del urinario, se le quedaron mirando, pero Prieto hizo caso omiso de aquellas reprimendas no verbales y siguió a lo suyo.
Corrió la cremallera, metió la mano en el bolso negro y saco el frasco de perfume que llevaba desde hace 40 años. Tiro el bolso otra vez al suelo y consiguió quitar el tapón del frasco en el tercer intento. Tras lograrlo, vació el resto del frasco sobre el lavabo y así olvidarlo todo. Como únicamente había utilizado 2 gotas, el olor del perfume invadió el aseo del maldito aeropuerto generándole un malestar mayor.
Agarro el bolso y se dispuso a salir velozmente de aquel mal olor. Absorto en su malestar, se giro, y cabizbajo ando hacia la puerta, pero no había dado dos pasos cuando se topo con un desconocido que le cortaba el paso mientras movía un pañuelo violeta, del mismo modo que se hace en los toros para pedir una oreja, y en la otra mano portaba un bolso negro. A Prieto se le ilumino la cara al verlo y aunque no reconocía ese rostro curtido por el tiempo, el pañuelo y el bolso hicieron su trabajo.
Francesco sin saber muy bien que decir, y tras haber sido fortuito espectador del cabreo de Prieto, opto por la sonrisa y le recrimino de un forma jocosa que hubiera tirado el perfume por el lavabo, aunque después le agradeció que lo hubiera hecho, ya que Francesco olió el perfume mientras se lavaba las manos en el lavabo del otro lado del aseo.
El anhelado encuentro por fin se hizo realidad!
Beatriz & Jim

12 comentarios:

  1. Me gusta este final...y la historia en si tmbién asi que felicidades a los dos!

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  2. Ya tenemos el éxito asegurado. Enhorabuena. Relmente me ha gustado tu final. Creo que ésto lo podríamos repetir. Es una buena técnica para explrorar las infinitas posibilidades que nos brinda la imaginación.¡Gracias Jim por ser cómplice en esta andadura!

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  3. Me alegro que te haya gustado Martita. Y me alegro del sms de por la noche.

    Beatriz: Al principio pensé en darle un aire de decepción y desolación. . .pero después empatice con el pobre Prieto y pensé: "No le puedo hacer esto al pobre hombre", jejeje. Así que decidí darle una de cal y otra de arena.

    Besos

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  4. Esta muy muy muy muy muy muy muy muy muy muy muy bien!!!!os ha quedado genial, menos mal que Jim decidió no matarle de un infarto o algo así jijiji

    ¿Será este el inicio de una bonita relación literaria?

    Besitos

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  5. Jim ,te animas a que nos embarquemos en una novela( por capítulos para que los blogueros tengan un fascículo semanal para leer y comentar ) a partir del cuento. Creo que este encuentro me refiero a Pietro y Francesco da para mucho.Cuando retraté a Francesco bajando del avión dije "apoyado en su elegante bastón"y pensé en un relato de vidas paralelas , en donde uno de los personajes había sido agraciado con la vida a la vez que tambien habían cambiado todos sus valores y.... puede seguir la historia. Es un juego literario que puede resultar agradable, no sé ,tú lo evaluas. De aquí a montar una editorial, no nos para nadie....jajajajaaja!

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  6. Jajaja, lo pensaré. . .no por falta de ganas!(cosa que me encantaría), sino por falta de tiempo. . . pero bueno. . . ya veremos, jejeje.

    Besos

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  7. Me parece estupenda la idea de juntar dos cabezas para crear. Es muy interesante. ¿Y si hubierais combinado más las partes?me explico; de esta manera os reducís un poco el uno al otro. Haciendo vuestras partes más breves y salteadas pienso que conseguiríais aparte de entretener y gustar al lector(como así ha sido), que el acto en sí de escribir os resultara más complicado e interesante al no saber nunca con exactitud que pasará, por lo que conseguireis una historía totalmente inesperada tanto para el publico como pa vosotros.
    Felicidades por el relato y por la idea en si.
    Que pesa soy eh? para un día que pongo algo..

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  8. SI OS DECIDIS OS SEGUIRE!!
    Que 2 grandes!!

    besazos!!

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  9. alaaa! venga! todos a las pirámides jajaja macroviaje!

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  10. Loquitosss!! como pudisteis comprobar, ayer alfinal me quede a medias de leer el relato y no pude comentar... pero hoy si que si, que deciros....

    ¡¡¡¡E N H O R A B U E N A !!!!

    Me a encantado de verdad, es fantastico y si decidis alfinal hacer lo que teneis en mente yo también os seguiré, la verdad es que me a encantado el relato y viniendo de Jim el final... ya me estaba esperando lo peor... menos mal que alfinal hubo final feliz. Muy bien, estupendooo!!

    Besitos loquitos/as

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  11. O.o wowwwwwwwwwwww espectacularrrr me ha encantado, aunque Pietro, que nombre es ese por diosss

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  12. Leinad : No tengo ni idea! Pero supongo que será italiano.
    Saluditos neng!


    Muchas gracias a todos, nos alegra que os haya gustado e intentaremos repetirlo alguna vez . . . aunque un poco mas corto, ya que a alguno que otro le ha costado un poquito eh? ,jejejeje

    Besos y muchas gracias a todos otra vez!

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