El peor de los pecados capitales: La envidia.
Encontré esta curiosa leyenda por internet y decidí guardarla y así publicarla algún día . . . bien: ese día a llegado, jajaja(que dramatizacion!!)
Cuenta la leyenda que en un Monasterio Tibetano, un alumno era acosado por el resto de sus compañeros. Muchas veces sin ningún sentido era maltratado injustamente, e incluso dejado de lado de las reuniones que en el tardes allí se realizaban.
Todos, junto a él, eran aspirantes en el Monasterio, y el anciano Maestro ya había notado esta diferencia que le hacía, el resto del alumnado.
Un día, el joven, se acercó llorando al Maestro y le confesó la cruz que sobre él caía:
- Maestro, dijo con la cabeza gacha, muchas veces mis compañeros me atacan, o no me tratan de igual a igual, a veces se ríen a mis espaldas, y yo no considero haber realizado ningún daño para ser tratado de esta manera
El anciano, le sonrió y agregó:
- Siéntate conmigo en esta piedra, te contaré una historia.
- Hace cientos de años, una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Ésta volaba rápido, con miedo de la feroz depredadora, pero por más que se alejaba, la serpiente no pensaba desistir, y continuaba tenazmente acechándola.
- Huyó durante largas jornadas, pero la serpiente continuaba atenta al menor descuido de la luciérnaga.
Finalmente, un día, la luciérnaga se detuvo en delicada rama y le dijo a la serpiente:
- ¿Puedo hacerte tres preguntas?.
La serpiente le respondió:
- No acostumbro dar respuestas a nadie, pero como te voy a devorar, por única vez, puedes preguntar.
-¿Yo pertenezco al grupo de tus alimentos predilectos - dijo la luciérnaga.
La serpiente le respondió:
- Ciertamente, no.
- ¿Yo te hice algún mal, te he ofendido de algún modo? - insistió la luciérnaga.
La serpiente volvió a responder:
- No, que yo recuerde.
- Pero, entonces, ¿Por qué quieres acabar conmigo?.
Y la serpiente le respondió con firmeza:
- Porque no soporto verte brillar.
El anciano miró a su alumno y agregó:
- Piensa en esto, y selecciona a las personas en quienes confiar. Muchos como tú se han visto envueltos en situaciones donde se preguntan ¿Por qué me pasa esto si yo no he hecho nada malo, porque me atacan de esta manera…? Sencillo, terminó diciendo el anciano, mientras le pasaba su mano afectuosamente en uno de sus hombros.
- Porque no soportan verte brillar.
Besos, Jim